Presente y pasado: un poco de luz
Esta semana pasada no pude permitirme escribir un post. Tenía dos exámenes: uno de Bioquímica y el otro de Anatomía. Al apagar el ordenador después de hacer el examen tuve buenas sensaciones. Ahora a esperar que estas buenas sensaciones se traduzcan en dos aprobados.
Antes de padecer ansiedad, era una chica que sacaba muy buenas calificaciones. Cuando empecé con los ataques de ansiedad, pasé de sacar todo excelentes a sacar suficientes y notables. Luego en bachillerato remonté un poco, pero no me bastó para entrar a la primera (ni a la segunda) en Medicina.
Desde que apareció el dolor crónico tampoco saco las notas que sacaba cuando era más pequeña. No es una cosa que me preocupe, la verdad, pero os lo cuento porque el dolor crónico, como muchos de vosotros sabéis, nos hace crecer como personas, pero también nos quita muchas cosas de las que éramos capaces de hacer.
En Medicina estoy repitiendo asignaturas. Suelo sacar buenas notas en asignaturas como Ética o Comunicación, que es la que estoy haciendo este cuatrimestre. Pero últimamente la memoria me falla un poco respecto a lo que era capaz de hacer a los 14 años. Como os digo, el dolor crónico ha hecho cambiar el punto de vista que tenía de algunas situaciones y se ve que me facilita el entender y adquirir los conceptos de esta modalidad de asignaturas.
Además, esta semana hablé con mi cirujano. Sí, el mismo que comenté en otro post. Decidimos que lo mejor era posponer las pruebas hasta finalizar los exámenes, por mi propia tranquilidad.
Aún recuerdo cuando lo conocí. La sala de espera estaba llenísima. Yo iba sin silla de ruedas porque me la habían quitado ya que pensaban que no tenía nada. Como aún era menor iba con mi madre; ella me ayudaba a andar. Como no podía sentarme en las típicas sillas duras de las salas de espera, estaba a ratos levantada y a ratos sentada. Pero por mi cabeza solo aparecía una pregunta: ¿me creería o no?
Nos llamó la enfermera. Entramos en su consulta. Tanto él como la enfermera nos dieron un apretón de manos. Mira que es un gesto pequeño, pero ya me transmitió mucha confianza porque no se olvidó de dármelo a mi también. Vio que no podía sentarme y prefirió explorarme primero. La enfermera me cogió para ayudarme a ir a la sala de exploración y mi madre se quedó sentada en la otra habitación mientras explicaba un resumen al cirujano. Me bajé automáticamente los pantalones (sí, mi culito era más famoso que el perfil de Twitter de un famoso). El cirujano aún no había venido pero la enfermera se fijó en el bulto enorme. Su reacción fue:
- ¿Pero hija, cuánto tiempo hace que llevas esto?
A lo mejor a otra persona estas palabras no le habrían gustado, pero a mi me quitaron el nudo que traía en la garganta. Otra persona veía lo mismo que yo, que tenía un bulto y que eso no era normal. Me emocionaron estas palabras, y seguramente ella no se acuerde, pero toda mi tensión desapareció.
El cirujano apareció por la puerta y la enfermera le apresuró para que viera mi nalga. Me ayudaron a subirme a una camilla donde exploraron el tamaño, la dureza y la movilidad del bulto. Ambos estaban sorprendidos del tamaño, pero a diferencia de aquel médico que dijo con sorpresa que era muy curioso pero luego no hizo nada, ellos hablaban a ver qué paso siguiente tenían que hacer.
Otro detalle de ambos que me estremeció el corazón y que a día de hoy aún hacen es que te ayudan a bajar y a subir a la camilla y hasta a sentarte en la silla. Muchos de los médicos que había visto no lo hacían y ellos dos me hacían sentir que les importaba aunque solo hacía cinco minutos que los conocía. Ellos me hicieron aprender cómo se hace sentir bien a un paciente y que pequeños gestos son suficientes para conseguirlo.
A continuación nos explicaron que dado el dolor que padecía lo mejor era operar inmediatamente para intentar que desapareciera y para que elcel bulto nomno creciera más. Recuerdo que se pasó unos minutos mirando su agenda para ver dónde podía meterme para operarme lo más pronto posible.
Nos despedimos con otro apretón de manos. Había entrado en la consulta con miedo a que no me creyera y salía con la sensación de que no había otro cirujano mejor que me pudiera operar. Además, la enfermera era increíble, y también estaría en el quirófano. Hay personas que cuando entran en el quirófano tienen la necesidad de que haya sus padres, aunque sean mayores de edad. Yo nunca he tenido esta sensación, porque sabía que cuando entrara, ellos dos estarían allí y sabía que no podía estar en mejores manos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHPVH1DSczkoT_ciYURnzcCWgLgv_faaCZ3iLbnYNNX8btFubOQmfiMWfehJ6cnzt8hTm6-CWGmdmJWbVAbhyrlSoaQOiDlEXg_itcqEirqqoQAdOJWk98xQgYptbhhTaUWB80Hk2nWOI/s200/IMG-20140115-WA0002.jpg)
Además, ese mes intenté no escuchar los comentarios de la familia. No sé qué dijeron y la verdad que no quiero saberlo, porque no creo que fuera muy bueno dado a algunas cosas que pasaron en el futuro. Pero pensé que era mejor escucharme a mi misma y aislarme de mi entorno para poder afrontar con fuerzas la cirugía.
Podría decir que empecé el año con buen pie. Había dos personas que me creían y me ayudarían a disipar ese dolor que hacía más de 4 meses que me había acompañado. Y además, esas dos personas me enseñarían muchos valores que si consigo un día ser médico siempre intentaré aplicar. Han sido muy importantes en mi vida y aún a día de hoy lo son. Actualmente no pueden hacer nada con mi situación, pero aún están a mi lado y para mi eso es muy importante.
![]() |
"Las personas más importantes no se buscan, la vida te las presenta". Anónimo |
Comentarios
Publicar un comentario