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Mostrando entradas de mayo, 2020

Creyendo ver el horizonte

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Si os soy sincera, no me acuerdo mucho de lo que pasó a continuación. Ni del número de días que pasaron, ni de las citas médicas a las que fui ni de los exámenes que hice. Solo recuerdo que una tarde, cansados de ver como estaba de mareada y viendo que de la nada había aparecido un bulto en mi glúteo me llevaron a urgencias. Era un bulto enorme, que se veía sin necesidad de acercarse a mi.  Entré en urgencias acompañada de mis padres. Recuerdo ver unos bancos delante de administración. Todo me daba vueltas y solo tenía ganas de vomitar. Me tumbé directa en el banco, como quién se tira al mar.  Siempre recordaré las caras de las personas de administración. Caras de angustia y preocupación por verme así de mal. Estaba blanca, blanca de verdad, no como alguien que no toma el sol. No soy capaz de visualizar como era el médico, pero me salvó. No físicamente, porque no hubiera muerto, sino psíquicamente. Estaba empezando a entrar en bucle con las mismas dudas que siempre me llevaban...

Nublado y borroso

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La segunda consulta fue con traumatología. Empecé a encontrarme muy mal. Cada día me mareaba más y me costaba mantener el equilibrio. No sabíamos porque me pasaba, pero eso no me impedía seguir yendo a clase.   Además, el dolor no se había alejado de mi ni un momento.  Iba con miedo a su consulta, ya no por no saber qué podía tener, sino porque sabía que ella no me creía. Mi médico que cabecera decía que el mareo era provocado por un efecto secundario de la Lyrica (pregabalina) y que dado la magnitud de los mareos que tenía, lo suyo era dejar de tomarla. Pero que él no podía interferir en el tratamiento impuesto por la traumatóloga que me seguía viendo y, por lo tanto, tenía que esperar a la siguiente consulta con ella. El día de su consulta yo ya no podía estar de pie sin caerme. Dos familiares me acompañaron cogiéndome por los brazos, aguantándome. Recuerdo que ellos seguían hablando sobre si era verdad la sintomatología que tenía o si era para llamar la atención. Yo solo pe...

A la casilla de salida: mi psicóloga

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Tres consultas pendientes: una con psicología, una con traumatología y una con neurología. La primera creo que fue con mi antigua psicóloga. Era una chica muy simpática y siempre me había entendido. Creía que había vivido situaciones que me habían hecho desarrollar la inteligencia emocional de manera más rápida que el resto de los jóvenes de mi edad. A todas las consultas, en principio, iba con mi madre. Ya que yo misma intentaba evitar a cualquier persona que no me creyera; no porque no quería escucharlos, sino porque me provocaban más sufrimiento que alivio. Además, la principal persona que dudaba de si el dolor era real o no era yo. Después de haber escuchado que era “psicológico” tantas veces, empezaba a creer que una parte de mi misma se lo estaba inventando para llamar la atención. Aún hoy en día sale a la luz esa parte en la que no lo creo hasta que los de mi alrededor tienen que llevarme a urgencias porque me mareo de dolor. Bueno, pues ahí estaba, en la consulta de psicología...