El día que cambió mi vida
Entonces ahí estaba yo, en clase de educación física, cuando la profesora nos invitó a juntarnos por parejas para realizar una serie de ejercicios.
Debo admitirlo, siempre me ponía nerviosa a la hora de hacer trabajos o ejercicios en grupo o parejas. Pero había conocido a una chica que también era nueva y las dos nos entendíamos. Era la primera vez que estaba tranquila. Era una persona transparente, inteligente, risueña y muy buena. Me transmitía mucha tranquilidad.
Nos pusimos a hacer ejercicio las dos e íbamos bastante compenetradas. Se notaba que a las dos nos gustaba hacer deporte.
Todo iba bien hasta que nos mandaron ponernos de espalda una contra la otra haciendo sentadillas. Mi pie resbaló cayendo al suelo. Como no nos veíamos las caras, ella no vio que caía y fue detrás de mi, precipitándose sobre mi glúteo siendo este pellizcado.
Siempre se sintió culpable, pero creo que fui capaz de hacerle entender que nadie lo era. Que tuve mala suerte y ya. Si no hubiera caido de pequeña sobre el mismo glúteo, no hubiera pasado nada ese día. Fue una unión de varias situaciones, y soy la primera que no culpo a nadie.
Pero en ese momento no era consciente de que esa primera caída era importante. Lo único que recuerdo es que estuve un mes sin poder sentarme y que mi madre me untaba entera de pomada. Pero nada más. Supongo que es normal; solo tenía 5 años. Eso sí, tenía en el glúteo una hendidura fea. En la playa siempre me preguntaban que era lo que tenía, porque ni bañador ni biquini ni pantalón lo tapaba.
No fui consciente hasta la tarde del mismo día de la segunda caída. Mi madre estaba comprando ropa en el pueblo cuando me entró un dolor entre el cóccix y el glúteo muy parecido pero más intenso a ese dolor de barriga que tienes que ir si o si al baño. Supongo que por eso pensé que necesitaba ir al servicio. Gracias a mi madre llegué a casa de mi abuela. Estaba muy mareada. Fui directa al baño, pero nada.
Al cabo de unos meses, mi madre me contó lo que dijo mi abuela ese día: “no me gusta nada. Sabía que tarde o temprano esa nalga daría problemas”. ¡Y cuánta razón tenía!
Comentarios
Publicar un comentario